Historia de las historias/ Simón Alberto Consalvi
El desembarco, la catástrofe, la derrota, el caos, la muerte por Simón Alberto Consalvi
2 Jul 2012 Del gran designio sólo se cumplió el desembarque, con las consecuencias calamitosas que eran de preverse, pero que nadie se atrevió a cuestionar. Era el amanecer del domingo 11 de agosto. Con arrojo suicida, el jefe de la invasión se lanzó a tierra. El capitán Carlos Mendoza refirió el episodio en el cual participó, fue uno de los pocos que logró regresar a la nave.. Al avanzar en la calle real, cerca del puente sobre el río Manzanares, abrió fuego el enemigo con tan nutridas descargas que “la mayor parte de nuestros hombres, poseídos de espanto, se escondieron como mejor pudieron, no había forma de hacerlos avanzar, ni siquiera disparaban esos pobres infelices…” Estos infelices habían abordado el Falke en Piedras Negras y nunca habían visto un fusil. Mendoza describe al general Delgado, que le arrebata el estandarte al abanderado. “Volvióse Delgado al medio de la calle y desplegada la bandera recibió el primer balazo que lo hizo caer sentado sobre el estandarte”. Así permaneció, … me acerqué a él, le levanté la pierna derecha, vi un pozo de sangre sobre la bandera, y le dije: “Está mal herido, mi General”. El me respondió: “Carlos, di a mi hijo Carlos que si muero de esta herida o me matan, muero con gusto porque es por la Patria”. Continuó la refriega, hasta que el capitán Mendoza anota: en ese momento, recibió el General Delgado un tiro en el pecho. Dijo: “Qué vaina, carajo”, y cayó muerto sobre la bandera.
Fue un verdadero desastre. No llegaron los hombres de Santo Domingo, no invadieron por Occidente, no llegaron los pescadores del general Aristeguieta. El ataque a las fuerzas de Gómez estuvo a cargo de los 20 que venían desde Europa, más los improvisados 75 guaiqueríes que se embarcaron en Piedras Negras. No hay manera de entender cómo el general Delgado Chalbaud supuso que bastaba su arrojo personal.
La refriega fue violenta; en otro lugar resultó muerto el presidente del estado Sucre, general Emilio Fernández. Dos de los atacantes, Mendoza y Raúl Castro, lograron regresar al barco, con el alemán Zukal, que manejaba las ametralladoras y quien trae un tiro en el pecho. Otros murieron, Armando Zuloaga Blanco, Julio Mc-Gill Sarría.. Otros huyeron por los montes: Linares Alcántara, Rafael Vegas, Colmenares Pacheco, Urdaneta Auvert, Doroteo Flores. Los hombres del general Pedro Elías llegaron tarde a Cumana, combatieron, hasta que las fuerzas del gobierno terminaron prevaleciendo, a costa de muchas vidas.
Puente Guzmán Blanco sobre el Manzanares donde cayera Delgado Chalbauld |
Dejado Pocaterra abordo como encargado del Falke por instrucciones del general, y al cuidado del joven Carlos, asumió responsabilidades que no pudo evadir, y se convirtieron para el escritor en la peor de sus pesadillas. Ahora se convertía en el heredero del desastre. Como responsable político del Falke, enfrentó a los capitanes, a los marineros y a los fogoneros que amenazaron con la rebelión. No quedaba carbón sino para aproximarse a la isla de Granada. En el barco permanecía cierta cantidad de fusiles, destinados a los que no llegaron.
Si se aproximan a un puerto con tal cargamento, denunciado como barco pirata, equivalía a perder el barco y arrostrar el enjuiciamiento de los venezolanos que quedaban en él. El barco había sido alquilado a los armadores Félix Prenzlau & Cia. Conjuntamente con el capitán Zipplitt y los otros alemanes, Pocaterra tomó la única decisión posible, la de lanzar las armas al mar, en aguas de Grenada. Esto se convirtió en la más agresiva de las reconvenciones contra Pocaterra, no indicando sus feroces fiscales alternativas diferentes para un barco sin carbón, tripulado por alemanes desesperados por salir de aquel laberinto, condenado a tocar en el puerto más cercano, y probablemente entregado a Gómez con armas y personas.
El escritor se esmeró en armar el rompecabezas de aquella operación y su desenlace. Raúl Leoni fue el encargado de explicarle a Pocaterra, (porque Rómulo Betancourt y el coronel Betancourt estaban en Trinidad), en una extensa nota lo sucedido con el envío de 100 hombres desde Santo Domingo. Buscar una embarcación fue arduo, finalmente encuentran la goleta “La Gisela”, en tan mal estado que ya en alta mar, (con cuarenta expedicionarios entre venezolanos y dominicanos, entre los venezolanos se contaban el coronel Betancourt, Rómulo Betancourt, Atilano Carnevali, Carlos Julio Ponte, Pedro Rodriguez Berroeta y el propio Leoni), que comenzó a hacer agua y tuvieron que regresar a tierra. Leoni escribió: ”El elemento bélico se reducía a dos o tres revólveres y nada más”. Dios grande y misericordioso protegió a los expedicionarios, al permitir que las aguas le entraran a “La Gisela”.
El "Falke" |
Desde Bermuda, el 24 de agosto, Pocaterra envió un extenso Informe a los directivos de la Junta Suprema de Liberación de Venezuela, Santos Dominici, Alberto Smith, Pedro José Jugo Delgado, Rufino Blanco Fombona, y los vocales Néstor Luis Pérez y Manuel Flores Cabrera, analizando cada episodio y explicando las razones del fracaso. Al hombre que escribió las Memorias y sus horrores, le temblaba la mano por primera vez. No llegó a cuestionar la obsesión y la premura casi desesperada del general, el enajenamiento que se apoderó de todo el mundo, de quienes concurrieron a la cita o de quienes no lo hicieron, con el desenlace trágico del 11 de agosto y sus implicaciones. ¿Cómo explicarlo? La desesperación, tal vez, que se apodera de los desterrados, manejados por las fuerzas ocultas que los apremian a volver a su tierra aunque sea a morir.
A Pocaterra lo culparon también de haberse precipitado al ordenar que el barco soltara amarras. Pocaterra no era el comandante del Falke, lo era el capitán Ernesto Zipplitt, atrapado a su vez por los asedios de la tripulación, ingenieros, marineros, fogoneros, todos alemanes, comprometidos en episodios que no entendían. “Rostros de mercenarios en pánico dispuestos a entregar el barco”. No era tan simple. Esto dio pie a una compleja y agria polémica. Centenares de cartas fueron y vinieron. Una de Francisco de Paula Aristeguieta para Manuel Flores Cabrera, (Barranquilla, enero 1930) abrió los fuegos contra Pocaterra. Las versiones de Doroteo Flores, Linares Alcántara, Régulo Olivares, fueron más equilibradas. La más lúcidas, bien pensadas y brutales (por su frialdad), se debieron a Carlos Delgado Chalbaud que no parecen escritas por un joven de apenas veinte años, dirigidas a Pocaterra. Refiriéndose a su padre, dijo: “Qué amarga ha debido ser su agonía cuando se dio cuenta que sus oficiales le hablaban de lejos, que nadie intentaba arrastrarle del lugar adonde lo había tumbado la primera bala”. Dejó luego esta reflexión de serenidad y comprensión:
“Seamos estrictamente severos con nosotros mismos y justos con los demás y hagamos un análisis de los hechos primero y de nuestras conciencias después. Los que tomaron parte activa tienen en buena lógica derecho a la crítica; que la multitud de jueces a mansalva hable y grite después, es lógico también, pero ellos tienen menos derechos que nosotros. En síntesis, de todos los que tomaron parte en esta contienda armada raros son los que no buscan el modo de tirarle la piedra al compañero; sería pueril extrañarse de una cosa tan corriente en cualquiera clase de fracaso”.
EL BLOG OPINA
Una idea tomada por los pelos, una patriotada imposible de comprender liderizada por Delgado Chalbaud al que acompañaron algunos militares y civiles. Una trágica página de la Historia Venezolana.