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sábado, 28 de enero de 2017

Donald Trump, los muros y el regreso del gran garrote




                                                         El muro frente a México y el retiro del Asia Pacífico son las movidas de mayor gravedad geopolítica que adoptó el nuevo presidente de EE.UU. China queda como la ganadora, por ahora.

Marcelo Cantelmi

México
Las bromas que circulan sobre Donald Trump son en general malas. La peor de ellas sostiene que el flamante presidente de EE.UU. es, en verdad, un agente encubierto chino. Beijing lo habría implantando allí como una célula dormida para alcanzar su actual posición y desde ella acelerar y consolidar el dominio comercial global de la potencia asiática. El truco era camuflar la maniobra con un abrazo insistente con el autócrata ruso Vladimir Putin.

Las bromas están construidas con medias verdades. No es esta una excepción. Los chinos aciertan si aprecian el espacio que repentinamente les ha cedido el insólito mandamás republicano al desmontar el acuerdo de libre comercio del Asia-Pacífico que había enarbolado su predecesor Barack Obama. Ese retiro le da al Imperio del Centro la chance de afianzarse como el referente central de los acuerdos económicos en esa región que explica 50% del comercio mundial. Un par de datos adicionales ayudan a comprender la importancia de este giro. El Acuerdo Transpacífico o TPP por sus siglas en inglés, que impulsaba Obama, contenía en una docena de países signatarios alrededor del 40% de la economía mundial. Es un poder suficiente para limitar la expansión de Beijing, ya hoy la primera potencia comercial global.

La versión china del mismo proyecto de mercado libre, la Asociación Económica Integral Regional o RCEP es menos ambiciosa, pero acumulaba 30% de la misma torta. Con Trump esos números se han vuelto relativos. Sin el otro jugador o alternativas, países como Australia que defendían el proyecto norteamericano, o Singapur, Malasia y Filipinas están virando hacia la propuesta de Beijing lo que aumentará la cota de importancia económica, y por lo tanto política, de esa iniciativa. En otras palabras, habilitará a China para fijar las reglas del comercio, justamente lo que Obama estaba empeñado en impedir.

El gobierno australiano ha comentado que negocia ese cambio de rumbo con Japón, el gran defensor del TPP y principal aliado regional de EE.UU. y también con Vietnam, que recompuso así, por necesidad, sus relaciones tirantes con el régimen chino. “No tenemos la alternativa que tiene EE.UU., que es suficientemente grande para vivir por sí mismo; nosotros necesitamos comerciar”, advirtió el premier neozelandés Bill English, otro de los afiliados al difunto proyecto de Obama.

Donald Trump, los muros y el regreso del gran garrote
El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, durante su visita como candidato presidencial a México el 31 de agosto de 2016, en una reunión con su homólogo mexicano, Enrique Peña Nieto, en la residencia presidencial de Los Pinos. Las relaciones entre México y EE.UU. llegaron a un punto de tensión inédito en muchos años, después de que Peña Nieto cancelara hoy su viaje de la próxima semana a Washington para reunirse con Trump por los planes de su homólogo estadounidense contra el país latinoamericano. EFE/Jorge Núñez

La desolación japonesa por esta decisión de Trump llevó al premier Shinzo Abe a sostener que sin EE.UU. el TPP no tiene sentido, una frase de puro realismo que confirma la tendencia de las únicas alianzas posibles. El extremo de la pirámide vino por el lado de la mayor economía europea. Sigmar Gabriel, ex vice jefe de gobierno de Alemania y ahora ministro de Relaciones Exteriores, reaccionó a la ordalía proteccionista del expansivo Trump sosteniendo que Europa tiene que definir sus propios intereses, sugiriendo que se volcarán hacia China y toda Asia si Washington profundiza una guerra comercial.

Esa posibilidad es consistente. Trump se está ejercitando con el débil México y revolea el famoso muro como un remedo del viejo gran garrote del intervencionista presidente Teddy Roosevelt para enfrentarse luego a la muralla china. Ese choque sobrevendrá. Lo que sin embargo no es claro es si esta reconfiguración planetaria tiene reversa. Otra reflexión más profunda interroga si lo que vemos no es indicador de un cambio radical de ciclo de poder. El nuevo gran garrote confronta así un límite que se plantea en términos históricos. Trump puede ser menos Claudio que Calígula para su imperio.

Lo señalado por el alemán Gabriel está en el registro del entusiasmo que generó el presidente chino Xi Jinping en Davos donde dijo lo que el gran capital quería oír. Defendió la globalización y la promoción de “la liberalización del comercio y la inversión diciendo no al proteccionismo. Nadie gana en una guerra comercial”. Ese cambio notable de roles lo profundizó esta semana el vocero de la cancillería de Beijing, Hua Chunying, al reiterar que su país ”apoya acuerdos comerciales abiertos, transparentes y recíprocamente ventajosos”.

Si el gigante asiático juega en las ligas liberales, también arriesga su identidad política pero eso quizá sea congruente con su propio desarrollo. Es otro mundo. ¿Lo entenderá Trump? No parece. El magnate amenaza con aranceles de 45 % a las importaciones desde el gigante asiático. No advierte una dificultad. China recibe un quinto de las exportaciones agrícolas norteamericanas: el EE.UU. profundo. Y es uno de sus mayores proveedores de sus insumos. Los aranceles los terminarán pagando los votantes del mandatario.

Una regla clave de cualquier negociación es no ceder algo por nada pero eso es lo que ha hecho Trump. El responsable del Consejo de Relaciones Internacionales Richard Haas le reprochó haberle “dado a China una enorme herramienta de presión”. Esa es la mirada del poder real y el contexto mundial donde se esta estableciendo la furiosa ofensiva de la nueva Casa Blanca sobre México. Esos dos países intercambian US$ 530 mil millones anuales. Poco menos de la mitad es lo que EE.UU. le vende al país latinoamericano, 230 mil millones. No es difícil imaginar lo que estarán deliberando en estas horas los dueños privados de ese comercio que puede dañarse si el magnate insiste con su fanatismo proteccionista.

Trump ha diluido las protestas internas previsibles con una baja extraordinaria de los impuestos, al costo de su frente fiscal. Pero todo el armado es inconsistente incluso desde sus propios ministros del Tesoro, Energía o Comercio. Todos provienen del riñón de Wall Street y de una estructura empresaria que ha puesto en marcha una economía horizontal y vertical en plena era tecnológica para producir alrededor del mundo, con subsidiarias, abaratando costos y garantizando una mayor tasa de ganancias. La ofensiva de Trump no tiene retribución ni sentido pero sí costos. En nuestra región los socios de México en la Alianza del Pacifico, Chile, Perú y Colombia, también calientan el teléfono con China. Dos de ellos, Lima y el DF, eran socios del TPP.


Este descalabro, que apenas se está insinuando, es lo que llevó a The New York Times a definir como “época oscura” la que acaba de inaugurar Trump. En esa visión no solo hay una ininteligible cesión de poder. También se arrasa con la épica libertaria y cosmopolita que es parte de la imagen que se brindan a sí mismos los EE,UU. La respuesta a esas aprensiones vino de uno de los asesores principales de Trump, el xenófobo Steve Bannon, quien acaba de vomitar sobre toda la prensa norteamericana afirmando que se “trata de un partido político y que debería callarse”. Se entiende. Con mayoría en ambas Cámaras, el periodismo es el único poder que la nueva gobernanza autoritaria de la Casa Blanca no puede controlar. De eso los latinoamericanos sabemos bien de qué se trata y cómo termina.w Copyright Clarín, 2017.