JUAN CARLOS PÉREZ-TORIBIO | EL
UNIVERSAL
sábado 12 de mayo de 2012 05:21 PM
Esta semana hemos sabido que el Sr. Luiz Inácio Lula
da Silva se ha molestado bastante ante las constantes referencias que el
candidato de la Mesa de la Unidad Democrática (MUD), Henrique Capriles, viene
haciendo del grado de desarrollo que ha alcanzado Brasil estos últimos años y
su deseo de imitar ese modelo en su futuro gobierno. Cualquiera en el lugar del
Sr. Lula estaría orgulloso de que alguien -un posible futuro gobernante- lo
cite como ejemplo de lo que se debe hacer en política económica y social; sin
embargo, su solidaridad con el Presidente y actual candidato del PSUV es tanta
que no sólo ha montado en cólera, sino que, según se comenta, ha llegado
incluso a solicitar a sus aliados del Partido del Movimiento Democrático
Brasileño (PMDB), el gobernador de Río de Janeiro, Sergio Cabral, y el alcalde
de Río, Eduardo Paes, que dejen de respaldar la candidatura de Capriles.
Brasil es un país al cual nos hemos ido acercando en estos últimos años, pero del que de alguna manera hemos estado alejados por mucho tiempo. Esto viene desde que la nobleza portuguesa firmara con la corona española el tratado de Tordesillas, cuyo antecedente era el de Alcáçovas, y ambas se repartieran las conquistas del Nuevo Mundo y los dominios del Océano Atlántico. También influyó en ese alejamiento la forma diferente en que ese país adquirió la independencia -por cierto, muy bien descrita por Javier Moro en su novela El imperio eres tú, premio Planeta 2011-. Como se sabe, algunos de los miembros de la nobleza portuguesa, como Pedro I, tras refugiarse en Brasil huyendo de la invasión napoleónica a la península ibérica, terminaron negándose a volver a Portugal, declarando la independencia y desobedeciendo las órdenes de las cortes portuguesas. Brasil luego, y como cualquier país latinoamericano, verá plagada su historia de golpes de Estado y gobiernos militares, los cuales se sucederán hasta bien entrado el siglo XX, y será sólo bajo el gobierno de Fernando Henrique Cardozo que el país termine adquiriendo la estabilidad política y económica que venía necesitando, a la vez que ampliaba el intercambio comercial y cultural con otros países de la región y rompía con esa especie de aislamiento en que se encontraba.
En este sentido, si bien Lula ha hecho un gobierno excepcional que ha catapultado a Brasil hasta situarlo en una de las principales economías del mundo, con un bajo índice de inflación (5%), un crecimiento sostenido del PIB (entre 4% y 5%), un reducido déficit fiscal (apenas del 1%) y amplias reservas monetarias (350 mil millones de dólares), donde destaca el gran estímulo que se le ha dado a la exportación, podríamos decir que básicamente Lula ha seguido los fundamentos de las políticas iniciadas en su momento por Henrique Cardozo (primero cuando era ministro de Hacienda de Itamar Franco y luego como Presidente del país desde 1995 hasta el 2003), hasta el extremo de respetar los acuerdos que este último había hecho con el FMI y cancelar los préstamos otorgados por ese organismo a Brasil. Todo ello, acompañado -también es bueno decirlo- de una agresiva política social de lucha contra el desempleo y de "hambre cero", con muy buenos resultados.
De ahí que las inteligentes y reiteradas declaraciones de Capriles traten de evidenciar que, al margen de las etiquetas de "izquierda" y "derecha", hay un modelo que se puede copiar y llevar a cabo sin atentar contra la inversión y el capital privado, que se puede ser exitoso económicamente en estrecha colaboración con la empresa privada, y que más allá de esa cantidad de productos con los que Brasil tiene abarrotados los anaqueles de nuestros supermercados, ese país puede sentirse orgulloso de poder exportar algo más que carne y pollos.
Por todo ello, cabe preguntarse si no será la posibilidad de que nuestro país vuelva a la senda de la producción de esos rubros tradicionales, en desmedro de las exportaciones brasileñas, lo que ha causado la inexplicable molestia de Lula; o si no le molestará también que el país al volver a tener un gobierno moderado termine restándole, tanto a él como a su nación, el protagonismo internacional con el que tanto ha colaborado el abanderado del PSUV.
@pereztoribio
www.diariosdelaincertidumbre.com
Brasil es un país al cual nos hemos ido acercando en estos últimos años, pero del que de alguna manera hemos estado alejados por mucho tiempo. Esto viene desde que la nobleza portuguesa firmara con la corona española el tratado de Tordesillas, cuyo antecedente era el de Alcáçovas, y ambas se repartieran las conquistas del Nuevo Mundo y los dominios del Océano Atlántico. También influyó en ese alejamiento la forma diferente en que ese país adquirió la independencia -por cierto, muy bien descrita por Javier Moro en su novela El imperio eres tú, premio Planeta 2011-. Como se sabe, algunos de los miembros de la nobleza portuguesa, como Pedro I, tras refugiarse en Brasil huyendo de la invasión napoleónica a la península ibérica, terminaron negándose a volver a Portugal, declarando la independencia y desobedeciendo las órdenes de las cortes portuguesas. Brasil luego, y como cualquier país latinoamericano, verá plagada su historia de golpes de Estado y gobiernos militares, los cuales se sucederán hasta bien entrado el siglo XX, y será sólo bajo el gobierno de Fernando Henrique Cardozo que el país termine adquiriendo la estabilidad política y económica que venía necesitando, a la vez que ampliaba el intercambio comercial y cultural con otros países de la región y rompía con esa especie de aislamiento en que se encontraba.
En este sentido, si bien Lula ha hecho un gobierno excepcional que ha catapultado a Brasil hasta situarlo en una de las principales economías del mundo, con un bajo índice de inflación (5%), un crecimiento sostenido del PIB (entre 4% y 5%), un reducido déficit fiscal (apenas del 1%) y amplias reservas monetarias (350 mil millones de dólares), donde destaca el gran estímulo que se le ha dado a la exportación, podríamos decir que básicamente Lula ha seguido los fundamentos de las políticas iniciadas en su momento por Henrique Cardozo (primero cuando era ministro de Hacienda de Itamar Franco y luego como Presidente del país desde 1995 hasta el 2003), hasta el extremo de respetar los acuerdos que este último había hecho con el FMI y cancelar los préstamos otorgados por ese organismo a Brasil. Todo ello, acompañado -también es bueno decirlo- de una agresiva política social de lucha contra el desempleo y de "hambre cero", con muy buenos resultados.
De ahí que las inteligentes y reiteradas declaraciones de Capriles traten de evidenciar que, al margen de las etiquetas de "izquierda" y "derecha", hay un modelo que se puede copiar y llevar a cabo sin atentar contra la inversión y el capital privado, que se puede ser exitoso económicamente en estrecha colaboración con la empresa privada, y que más allá de esa cantidad de productos con los que Brasil tiene abarrotados los anaqueles de nuestros supermercados, ese país puede sentirse orgulloso de poder exportar algo más que carne y pollos.
Por todo ello, cabe preguntarse si no será la posibilidad de que nuestro país vuelva a la senda de la producción de esos rubros tradicionales, en desmedro de las exportaciones brasileñas, lo que ha causado la inexplicable molestia de Lula; o si no le molestará también que el país al volver a tener un gobierno moderado termine restándole, tanto a él como a su nación, el protagonismo internacional con el que tanto ha colaborado el abanderado del PSUV.
@pereztoribio
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EL BLOG OPINA
No es inexplicable, es perfectamente entendible que este político cuide más la economía de Brasil que su propia honra. Son líderes de cartón pintado, nada trascendentales, con mucho disimulo y que no han leído jamás un simple manual de ética. Sinceramente el hecho de amparar a un régimen suficientemente reconocido internacionalmente como violador de los más elementales derechos humanos, pone su calidad política y hasta humana, en serias dudas. La carne y el pollo es lo que pone a bailar a este político de pacotilla que luce con mucho carisma, pero carece de vergüenza política y seguramente de muchos más atributos...