06:05 am 27-Abr de
2012|El Nacional
La reunión del
Partido Socialista Unido de Venezuela celebrada en el Parque Central la tarde
del 24 de abril en un lugar oficial, como el Parque Central, pero privatizado
por el PSUV, contribuyó a envenenar el ambiente ya cargado que los venezolanos
venimos padeciendo...
La reunión del
Partido Socialista Unido de Venezuela celebrada en el Parque Central la tarde
del 24 de abril en un lugar oficial, como el Parque Central, pero privatizado
por el PSUV, contribuyó a envenenar el ambiente ya cargado que los venezolanos
venimos padeciendo. No hubo ni siquiera las discretas consideraciones con el
propio Presidente de la República y jefe del PSUV. Un partido de Gobierno tiene
responsabilidades que trascienden lo propio porque, al fin y al cabo, Gobierno
y partido tienen contraídos compromisos con la sociedad, y por consiguiente
deben velar por su bienestar, estabilidad y seguridad. Procurar que la
colectividad disfrute de los derechos que la Constitución le consagra.
No puede el partido convertir al Gobierno y a la administración pública en un campo de ensayo, ni menos contribuir a la angustia que se ha apoderado de los venezolanos. Los discursos que se oyeron en la asamblea del PSUV este martes tradujeron un espíritu de desconcierto y de inseguridad ante los desafíos que se le presentan, que inquieta a su vez y genera mayor zozobra. Los líderes demostraron que no pueden pensar solos, que no tienen autonomía mental, y que por consiguiente se encuentran frente a una crisis que los arroya, los desequilibra, y los condena a reaccionar de manera inadecuada y contraproducente para el mismo partido oficial.
Jugar al azar como fue propuesto con la temeraria tesis de que se pueden suspender las elecciones, revela una impresionante incapacidad para el liderazgo. Si los líderes son incapaces para comprender las dimensiones de la crisis, enfrentarla con buen juicio, interpretando los intereses nacionales y no los sectarios, es lo peor que le puede suceder al pueblo venezolano. Esto es grave. Es patético, y nos obliga a formularnos planteamientos de fondo.
Nadie quiere la guerra en Venezuela. Nadie quiere que el azar dicte nuestro destino. Esos discursos y esos escenarios son propios de gente que no piensa ni tiene las necesarias condiciones para dirigir un país en un momento de enormes dificultades. Tenemos la impresión de que discursos y planteamientos como los oídos en Parque Central le añaden presiones indebidas al propio Presidente de la República. Hay supuestos líderes que sería preferible que se quedaran quietos en sus casas y que se abstuvieran de hacerle tanto daño al país, al Gobierno, a su partido, y de manera fundamental al Presidente de la República.
Proponer como alternativa que se suspendan las elecciones presidenciales del 7 de octubre es una idea de efectos devastadores que puede desestabilizar a Venezuela por tiempo impredecible. ¿Cómo pueden llegar a conclusiones de tanta gravedad? No basta alegar ahora que no es una "posición partidista". Peor aún, ¿fue, acaso, un globo de ensayo? La presunta aclaratoria se hizo de modo tan "extraoficial" que dejó demasiadas dudas. Bien haría el PSUV en hablarles claro a los venezolanos y decirle al país qué fórmulas civilizadas tiene para enfrentar y superar la crisis.
No puede el partido convertir al Gobierno y a la administración pública en un campo de ensayo, ni menos contribuir a la angustia que se ha apoderado de los venezolanos. Los discursos que se oyeron en la asamblea del PSUV este martes tradujeron un espíritu de desconcierto y de inseguridad ante los desafíos que se le presentan, que inquieta a su vez y genera mayor zozobra. Los líderes demostraron que no pueden pensar solos, que no tienen autonomía mental, y que por consiguiente se encuentran frente a una crisis que los arroya, los desequilibra, y los condena a reaccionar de manera inadecuada y contraproducente para el mismo partido oficial.
Jugar al azar como fue propuesto con la temeraria tesis de que se pueden suspender las elecciones, revela una impresionante incapacidad para el liderazgo. Si los líderes son incapaces para comprender las dimensiones de la crisis, enfrentarla con buen juicio, interpretando los intereses nacionales y no los sectarios, es lo peor que le puede suceder al pueblo venezolano. Esto es grave. Es patético, y nos obliga a formularnos planteamientos de fondo.
Nadie quiere la guerra en Venezuela. Nadie quiere que el azar dicte nuestro destino. Esos discursos y esos escenarios son propios de gente que no piensa ni tiene las necesarias condiciones para dirigir un país en un momento de enormes dificultades. Tenemos la impresión de que discursos y planteamientos como los oídos en Parque Central le añaden presiones indebidas al propio Presidente de la República. Hay supuestos líderes que sería preferible que se quedaran quietos en sus casas y que se abstuvieran de hacerle tanto daño al país, al Gobierno, a su partido, y de manera fundamental al Presidente de la República.
Proponer como alternativa que se suspendan las elecciones presidenciales del 7 de octubre es una idea de efectos devastadores que puede desestabilizar a Venezuela por tiempo impredecible. ¿Cómo pueden llegar a conclusiones de tanta gravedad? No basta alegar ahora que no es una "posición partidista". Peor aún, ¿fue, acaso, un globo de ensayo? La presunta aclaratoria se hizo de modo tan "extraoficial" que dejó demasiadas dudas. Bien haría el PSUV en hablarles claro a los venezolanos y decirle al país qué fórmulas civilizadas tiene para enfrentar y superar la crisis.
EL
BLOG OPINA
El ambiente
ya demasiado enrarecido se enrarece aún más. No existe ningún liderazgo fuera
de Chávez. Son solo cromos de un álbum infantil, algunos repetidos, otros que
nunca se consiguen. Nada ni nadie es capaz de trascender al infausto líder, que
dicho sea de paso nunca brilló con luz propia. Inseguro e incapaz, con una
confusión descabellada, apropiada para diagnostico y necesaria asistencia, se
arrimó a un demonio de talento, un rufián inextinguible, Fidel Castro. Sin duda, más temprano que tarde se desatará
un maremágnum impredecible, entonces a correr señores, no quedará otra…